domingo, 22 de febrero de 2009

¡Qué horrible que era, por Dios!

Estuve todo el día tratando de quitarme esa cosa, ¡qué horrible que era, por Dios! Luego prendí un cigarrillo, encendí la tele, toqué la guitarra, jugué a la pelota, me fui al baño, regresé del baño, volví a ir, llamé por teléfono, compré en la bodega, jugué play station. Hasta que se hizo de noche y el disco de los Beatles aún seguía sonando, Helter Skelter, “Tell me, tell me the answer…” y esa maldita cosa aún seguía ahí. No entiendo por qué, la lavé, la sequé, le eché cremita, la lijé, la rayé, la espolvoreé, la rocé, la manoseé, la castigué. Y la maldita cosa aún seguía ahí, y todo el maldito álbum blanco sonando, maldito gurú Deva, como se supone que yo podía ir acroos the universe con esa maldita cosa. ¡Qué horrible por Dios!

Luego me quedé dormido y soñé con esa maldita cosa, a mi lado, con mis amigos, con mi novia, en mi matrimonio, con mis hijos, con mis penas y alegrías, ¡maldita cosa! ¡Qué horrible que era!

Desperté, Lennon me decía Stand by me. Me miré al espejo, esa maldita cosa había desaparececido, gracias John, le dije.

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