Y te besé al final de la vereda,
Atropellándote con mis labios,
Jalándote los pensamientos,
Riéndome de este amor tan extraño…
Y me animé a oscurecer la noche,
Apoyándote en el muro,
Me enamoré de tu espalda,
Del color de tu falda,
Me insinuaste una travesía,
De pronto enloquecía con tu sabor,
Terminé siendo tu esclavo con horario de oficina,
Un pretérito perfecto que enfundado en traje de cuero te rendía pleitesía,
Derramé mis dudas,
y eliminé tu corazón,
Por ahí me dicen que no te reconocen,
Que tu nombre ya no aparece,
Que tu silueta es un bosquejo hecho en carboncillo,
Que los idilios no son buenos al atardecer,
Que ni buscándote en google te podré volver a ver.
De pronto soy yo sentando tomando este café,
Observando el color de la gente,
Mientras te recito en mi memoria,
Estas hojas verdes y sus renglones morados,
Este color de expresión, este corazón tan desolado.
Acordándome de pronto que te besé al final de la vereda,
Que te atropellé con mis labios,
Que luego eliminé tu corazón,
Heme aquí sentado, pensando en tu regreso,
Analizando esta gran contradicción,
Esa cuestión matemática que no tiene sentido,
Del porque después del destierro empieza el remordimiento,
Es que seguro de tierra se llena el corazón,
En esta historia de amor...
Parte dos.
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