Volqué mi escritura en tu ciencia, y comprendí de pronto, que tu tecnología es imperfecta. Nos batimos intelectualmente y cuando ya no quedó nada más que hablar, nuestra vulgaridad se concibió en un beso. Es nuestra naturaleza.
Así somos, convertidos en liquido y tierra. Te amo en mi indiferencia, y busco vacuo y radiante el predominio de tu felicidad. Aunque el cielo siga siendo cielo, el perfume se impregne y las rodillas nos duelan.
O sea resumiendo, te amo conchatumadre, te amo…
“Es algo que siento y me duele, una enfermedad cobarde que no se atreve a decir su nombre…”
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